La noche aún estaba despierta y me conmovió un escalofrío que súbitamente me había recorrido el cuerpo de arriba a abajo perforando mis huesos.Una escarcha absurda había increpado la habitación dejandome enajenada y atónita ante tan descabellada y flemática helada que sin pedir permiso se me había metido entre las sábanas. Y era de esos fríos inescrupulosos que te rajan la piel y de a pedazos se te van cayendo los pellejos,de esos fríos que te dejan con temblores espasmicos casi convulsivos y los labios morados como si estuvieran pintados , parece la sangre congelarse y las entrañas paralizarse. Era ese frío que te deja perturbada y suscita a lo mas cavernoso que mora en lo mas hipotérmico de tu interior Ya casi me encontraba inmóvil, sucumbida ante los fantasmas escalofriantes de la noche que habían congelado los infortunios en un gran bloque de hielo arrojándolos encima de mi pecho dejandome petrificada. Aun seguí respirando y viendo el humo como salia en cada exhalación agonizante y frágil, mientras que el vidrio se empañaba del miserable despropósito de morir de frío en primavera. Continué unos minutos endurecida e intenté volver a conciliar el sueño, pero es que era ese frío que te zamarreaba poniéndote en guardia sin que puedas al menos parpadear. Era de esos fríos desquiciados y atormentados
No había escuchado quejarte del frío esa noche o parecía no impedir tu sueño, nunca te percatarías de cubrirte aunque el frío te este atrofiando los músculos, así que me acuné a tu lado para sentir un poco de calor de tu cuerpo exorbitante entre tu pecho tupido.
Y allí te hallé, al costado de mi cama, perecido de vida, emanado hielo de tus poros, propagando escarcha en toda la habitación, con tu rostro pálido y el cuerpo entumido.
A veces habitar una misma cama se transforma en un embrujo de empatías generales.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Un abrazo.
Juan....
ResponderEliminarEl gélido de la muerte, del olvido y del recuerdo, cala en los huesos y en el alma.
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