Y el telefono sonó desquiciando el silencio de mi habitación. Y detrás de esa llamada, aguardabas impaciente mi voz que te anestesiaba y a mi me agonizaba en cada tono que dabas.Tu no sabias que cada vez que me llamabas, mi cuerpo se enlanguecia, mi cara se tornaba pálida, mi piernas temblaban y mi vida quedaba arruinada.
Al atender, siento pronunciar mi nombre con recogimiento y piedad
Yo respondo a tu nombre, asintiendo la contorsión implacable de la angustiosa opresión que inundaba mi pecho
- No soy nada. Mierda
Me lo aseguras entre sollozos y una respiración entrecortada
Te callas y esperas esperando nada en sigilo. Y el silencio nos invadió. No eramos nada, ni nadie, Y eso era todo. Yo del otro lado, apretaba fuerte mis labios para que no oyeras el vacilo de mis pensamientos
- Por que no haces alguna obra de caridad o algo así? Quizás te sientas mejor.
Fue lo primero que pude soltar de todo lo que tenia atado para largar, pero era en vano cualquier cosa que dijera en ese momento, ni siquiera sabia ya que decir.
Vuelves a exclamar mi nombre, esta vez entre suspiros y agotado. Comienzas a lamentarte y me pides disculpas. Yo ya te había perdonado, pero insistías en que esta no era la forma de terminar las cosas.
Todos se ha aniquilado, no hay materia para transformar ni mejorar, pues ya que esta se ha agotado. Como la desesperanza de un ciego, como la absoluta y rigurosa afirmación de un católico fundamentalista,al igual que un fallo firme en la corte, o el sellado de un contrato inexorable, como un vaso vacio, como un jarrón trizado en miles de pedazos, como un repasador quemado, un pañuelo descartable o un papel escrito hasta en el ultimo renglón. Ya no hay espacio para nada. Es por eso que las cosas terminan y se acaban, ya no pueden permanecer ni prolongarse.Han ido muriendo pausadamente hasta perecer en lo espeso de un ventarrón que se lo lleva hasta que se pierde de vista.
Balbuceas por unos instantes. La llamada llega a su culminación. Hasta que solo se oye el miserable pitido de la linea telefónica. Ycada noche siguiente se repetía sucesivamente la misma conversación viciosa, en cada llamada me robabas entre las ranuras del teléfono un pedazo de mi vida, y no te dabas nunca cuenta. Yo seguía apretando mis labios, mis manos, mi lengua hasta que me atrofiaba y caía entumida a la cama, y no te dabas nunca cuenta de ello.
Hasta que el teléfono se desangro sonando, tu desesperación se propagaba en cada tono y podía escucharlo en cada llamada. Y mi buzon se lleno de nicotina enviciada, se humillo y se esclavizo a tu querer funesto, se colmo de propuestas indecentes, de desesperanzas los fines de semana, se atormento de preguntas y lamentos, se emborracho de whisky barato, de insomnio y noches en vela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario