A mi bisabuela Ines
Hay sensaciones que nunca mas vuelven a sentirse, o quizás sean sensaciones que sensacionalizan un momento y mueren, sin una oportunidad de reproducirse.
Recuerdo el sentimiento achacante que me desvanecía cada año que viajábamos a ver a mis abuelos en la otra provincia. Cada vez mas cerca de llegar, el sentimiento lamentable se acrecía.Era como si a medida que nos íbamos acercando, un silencio nos invadía, todos sabíamos de que se trataba, recuerdo que mi madre se acicalaba con un lápiz de labio rojo delineando el sabor amargo iba desglosando un rosario entre sus dedos murmurando en silencio, dejaba soltar a veces un Ave María sin Gloria.
Todos bajamos del auto en penitencia, siendo concientes que no debíamos hacer un solo ruido, con mi hermano considerablemente, mirábamos con pena a mi padre, como si lo supiéramos.Nunca supe porque , pero la situación lo meritaba, y después de varios años de hacer lo mismo, obedientemente me quedaba en silencio, detrás de mi madre. Mi padre compraba flores en la puerta, y entrabamos con desdicha al cementerio. Camino al mausoleo, iba imaginando como habrían sido las vidas de los fallecidos, y si sus muertes habrían sido dolorosas, me preguntaba si sus familias aun lo lloraban, y ese sentimiento de pena que me sofocaba cuando veía los ojos sufridos de algún retrato sobre el panteón de algún difunto, y el desazón que me hacia un nudo en la garganta al ver sobre las tumbas un florero vació, húmedo y con agua putrefacta de las lluvias. Mas de una vez, inocentemente robé una flor de un sepulcro para alguna tumba olvidaba.
Me pregunto ahora si recusitaria esta sensación cementera y esquelética al volverme a topar con un parque de descanso o quizás haya muerto como tantas sensaciones lo han hecho y solo vería un espacio verde con placas gravadas y gente llorándole a un bloque de mármol con cara de circunstancia y de pésame de alguien quien mira.
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