martes, 17 de enero de 2012

Le hubiese gustado...

Volvió a vaciar, por tercera vez, el vaso y volvió a pensar por tercera vez que era una pena, una verdadera, enorme y asfixiante pena.

Le hubiese gustado conocer el sabor de sus labios, labios intocables y modestos, pero supo que tendría que conformarse con el color de sus ojos. Le hubiese gustado conocer el ritmo de su respiración cuando estuviese dormida, pero supo que tendría que conformarse con soñarla y con el crepitar de su risa. Le hubiese gustado poseer lo necesario para que a ella le hubiese gustado, pero supo que tendría que conformarse con imaginarla imaginándolo.

Que sentido tenia de lamentarse, pensó antes de desocupar el vaso por cuarta vez. El había podido palparle y besarle los ojos como ningún otro. La había hecho bailar los parpados con sus notas de jazz, le había tocado lo inmortal de su cuerpo, le había escrito su danzar, su risa, le había cantado con clemencia siempre en silencio. Que sentido tenia echarse a llorar.

Afuera, en la calle, la lluvia comenzó a sonar y entonces, se lo llovieron hasta los parpados, se le mojaron hasta las pesadumbres, y allí volvió a pensar que era exquisito, una verdadera, enorme, asfixiante y exquisita pena. La botella había vaciado, y se fue a dormir lleno de regocijo cuando la vio reposando debajo de su almohada. Que pena tan grande, no podía tocarla, aunque le hubiese gustado.





quiero ser tu amiga

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